Ubicada a 1.230 kilómetros del continente, la base Eduardo Frei Montalva, de la Fuerza Aérea, tiene 72 habitantes y casi 7 mil metros cuadrados construidos. Esta es la descripción de cómo viven.

¿Se imagina vivir en una zona donde la temperatura mínima en invierno bordea los -20°C, el sol ilumine casi 20 horas diarias con la intensidad del mediodía y las tormentas de nieve le impiden ver a 50 metros de distancia? Esas son sólo algunas de las extremas condiciones en las que viven los 72 habitantes de la base Eduardo Frei Montalva, de la Fuerza Aérea (Fach), ubicada en el continente Antártico.
Para llegar a este recóndito lugar, ubicado a 1.230 kilómetros de Punta Arenas (distancia similar a viajar desde Santiago hasta Montevideo, en Uruguay), la tripulación del avión de transporte C-130, también conocido como “Hércules”, debe considerar tres factores antes de despegar: la condición climática en la ruta, la velocidad del viento que, incluso, puede superar los 100 kilómetros por hora, y la visibilidad en la pista de aterrizaje.
El descenso en una pista de 1,3 kilómetros de largo cubierta por el hielo, es otro factor. Y no sólo por los peligros inherentes al aterrizaje, sino también por los elementos externos: “No sólo estamos pendientes de que la pista esté limpia, sino que no haya algún contaminante o persona en ésta. Hay conocimiento de que se han visto pingüinos cruzando a lo lejos en la zona de aterrizaje”, cuenta Cristián Cortés, controlador aéreo Teniente Rodolfo March, el único aeródromo en el lugar.
Hasta hace pocas semanas, la sensación térmica era de -35° C y los habitantes de Villa Las Estrellas debieron mantenerse 60 días aislados. Al caminar por los senderos nevados de la base de la Fach, una pregunta aflora de manera espontánea: ¿Por qué se habitó este lugar?
La primera respuesta la entrega el comandante de grupo y jefe de la base Eduardo Frei, Rodrigo Zeballos. “El hecho de estar aquí genera presencia del Estado chileno en el territorio Antártico. Que mantengamos una base permanente permite conservar y garantizar la permanencia del Estado los 365 días del año. También nuestra misión es brindar apoyo logístico, a la investigación científica y, paralelamente, controlar las operaciones de búsqueda y salvamento aéreo en la zona”.

La vida en este lugar no está exenta de complicaciones para los uniformados. Los extremos cambios de clima provocan el congelamiento de cañerías y de la laguna que los abastece de agua. Para evitar la falta del recurso, un equipo tiene la tarea de secar las redes una vez que los contenedores que almacenan el agua están llenos. Un total de 6.839 metros cuadrados construidos y 17 casas completamente calefaccionadas y selladas con doble vidrio, dan vida al recinto militar y también a la llamada villa Las Estrellas. En invierno, el abastecimiento de comida y materiales sólo puede realizarse por vía aérea, ya que el mar se encuentra congelado.
En este lugar no existe una delimitación territorial de las nueve bases extranjeras que habitan el continente blanco. El recinto más próximo a la base chilena se encuentra a menos de 400 metros y corresponde a la instalación de Rusia. Por un acuerdo internacional, denominado Tratado Antártico, las armas están prohibidas, al igual que contaminar el medioambiente. Por ello, las aguas servidas de la base Eduardo Frei son tratadas y devueltas al mar con un 94% de pureza. Los residuos son devueltos por vía aérea o marítima al continente. “Fomentamos el reciclaje de la basura, su separación y clasificación, por eso las casas cuentan con cuatro basureros para el reciclaje. Hacemos incineración directa de algunos elementos, que se guarda en tambores en forma de cenizas y se derivan a Punta Arenas”, se detalla. Según el oficial, la Fach está analizando implementar un nuevo sistema de generación de energía eólica, a fin de reducir el uso de combustible.
Puntaje Simce
Sólo 300 pasos bastan para recorrer la villa Las Estrellas de extremo a extremo. En medio del trayecto y cubierta en su totalidad por la nieve, se encuentra la escuela básica F-50. Desde hace tres años, José Luis Carillán, dejó Chillán para transformarse en el director del recinto. Junto a su esposa, María Cristina Hernández, son los únicos profesores a cargo de seis niños. “Las asignaturas son idénticas a las que se entregan en el resto del país, la misma cantidad de horas y las mismas asignaturas”, aclara el docente. La educación personalizada, asegura, fue una de las herramientas que permitió a esta escuela destacarse a nivel académico al obtener puntaje regional en la prueba Simce 2014 y quedar entre las 10 primeras a nivel nacional.
María Cristina Hernández, profesora, dice que al igual que cualquier otro colegio, “tenemos que entregar los contenidos de acuerdo a lo que exigen en el continente, para que los niños, una vez que vuelvan, puedan regresar al colegio que ellos quieran”.
Sin un espacio abierto donde jugar o hacer educación física en invierno, los docentes se las ingeniaron para ambientar un improvisado patio de juegos dentro de una de sus salas alfombradas.
Las constantes ventiscas de nieve y las temperaturas bajo cero obligan a que los 72 habitantes de la base utilicen pantalones y chaquetas especialmente creadas para la zona, antiparras para proteger sus ojos y guantes para evitar el congelamiento de las manos. Debido a las dificultades para viajar, los funcionarios que viajan en misiones superiores a un año, en el caso de los suboficiales, y dos años, en el caso de los oficiales, deben extirpar sus apéndices, a fin de reducir los riesgos de una emergencia médica. Sin embargo, en caso de ocurrir una situación extrema, un helicóptero y un avión Twin Otter están dispuestos para acudir a una emergencia sin importar las condiciones climáticas. Así se vive en una de las zonas más australes del mundo.
fuente:la tercera