Rosh Hashaná: En la víspera del Año Nuevo 5786

“Tocad el shofar cuando la luna está oculta, en el tiempo señalado, en el día de nuestra fiesta solemne” (Salmos 81:4)

Rosh Hashaná es un día doble de Recuerdo y de Memoria.

La evocación humana es selectiva, parcial y arbitraria y muchas, si no la mayoría de las veces, defectuosa y algo errónea. A medida que pasan los años lo comprobamos mejor.

Pero, en los libros celestiales de la Vida, no hay sombra, artificio ni engaño, frente a cada nombre, está escrita cada palabra pronunciada, cada suspiro oculto, cada gesto que pasó desapercibido para los ojos humanos.

Rabí Yehudá nos enseñó en Pirke Avot: “Sabe qué es lo que hay por sobre ti: un ojo que ve, un oído que escucha, y todas tus acciones en el libro son registradas” . Allí están todas nuestras acciones y palabras, y nuestros pensamientos e intenciones que son recordados y juzgados, sin prejuicio o sesgo personal.

Y ahora, en estos días de temblor y misericordia… Nos presentamos ante el Juez de toda la tierra con el corazón desnudo, luchando por dejar de lado la arrogancia, que nos acompaña siempre, cargando nuestras fragilidades y nuestra naturaleza mortal.

Rosh Hashaná nos llama a recordar quiénes somos y quiénes podríamos ser.

Iom Kipur nos invita a limpiar el alma, a volver, a pedir perdón, a perdonarnos.

En Rosh Hashaná nos encontramos con la memoria perfecta del cielo y la capacidad de recordar todo. Porque aunque todo está anotado… también está escrito que el arrepentimiento sincero, la oración profunda y la caridad verdadera pueden cambiar el decreto.

Nos preguntaremos ¿qué elegimos recordar y qué sublimamos o elegimos olvidar?

La Torá nos instruye una y otra vez a no olvidar los principios básicos de la vida judía: Dios y la revelación de la Torá, el éxodo de Egipto, el pecado de la calumnia y el chisme, la santidad del Shabat, la continua enemistad de Amaleq y gran parte del mundo no judío hacia el pueblo de Israel en estos días como antes y más que antes.

Sin esforzarnos, tendremos presente más que nunca el sufrimiento que nos indujeron y siguen provocándonos nuestros enemigos en la Tierra de Israel hace ya pronto dos años. Frente a nuestras consciencias se repiten las imágenes de los secuestrados que todavía siguen con vida y aquellos cuyos cuerpos todavía no descansan en la tierra de sus familias. Los cuerpos heridos en las luchas por nuestra defensa. El dolor de las familias de los caídos. Y, también el sufrir de los enemigos que nos enfrentaron sin imaginarse que nos estaban obligando a defender nuestra vida pagando por ello con las propias, creyendo que saldrían ilesos por la fantasía de sus líderes creyentes fervorosos del dios de la muerte.

Ahora sufrimos la desesperación por saber ¿cómo saldremos de esta situación enteros? ¿podremos recuperar la memoria que deseamos borrar?

Rosh Hashaná demanda un conteo de nuestra memoria y de nuestros olvidos, nuestra incapacidad de aceptar la verdad, nuestra indiferencia y nuestra parálisis consciente o no, que nos aparta del esfuerzo nacional para que sigamos con vida.

¡Ay de aquellos que ya no recuerdan, pues sin la conciencia de su pasado, su futuro está condenado! Sin investigar las causas de nuestra desgracia, tratando de simularlas, no tendremos futuro.

Nuestros verdaderos y precisos poderes de memoria son restaurados a nuestras almas después de partir de esta tierra. Y, como reza la oración, la página habla por sí misma, anunciando los eventos y sucesos listados. Así que el día final de juicio, justo como el día de juicio de Rosh Hashaná aquí en la tierra, es el día de la memoria y el recuerdo.

Acordarse es el verdadero catalizador para el arrepentimiento y la superación personal. Para ponerlo en el argot común actual, Rosh Hashaná debería servir como el “selfie” definitivo de uno mismo. Porque esa actitud de auto-apariencia refleja nuestra fascinación por recordar y conocernos profunda y verdaderamente. En el día en que todo es recordado en el cielo, nosotros en la tierra también deberíamos esforzarnos por recordar nuestras acciones, actitudes y comportamientos pasados.

El shofar, que servía en la antigüedad como instrumento militar, alertaba la cercanía del enemigo y se usaba para ordenar que las huestes avancen. El shofar sirve en nuestros días para despertarnos del letargo en el que nos encontramos sumidos por la rutina, cuando actuamos sin ver al inicio de cada acción lo que la misma puede depararnos. Suena como las alarmas que nos hacen correr a los refugios en la inminencia de un ataque inminente.

Aprendimos de niños que cada gestión genera una reacción, y toda conducta tiene sus resultados, aunque por lo general no somos conscientes de ellos, ni de cuando se producirán, ni acerca de los efectos que puedan tener para nuestra vida material y espiritual. Si pensáramos en el resultado ante cada acción nuestra vida sería mucho más placentera.

Los ojos de .A.  se posan sobre la Tierra de Israel no porque sea mejor que la de Egipto, sino porque es dependiente de la acción de sus habitantes. Debe guardarla de las torpezas y los errores. Se posa en la iniciación del año, en el principio del mes séptimo, cuando la luna está oculta, casi eclipsada antes que percibamos su luz reflejada hacia nosotros, y ve a través de nuestra oscuridad los efectos de cada acción con claridad meridiana.

No podemos, como reza el ahora proverbio, sumergirnos en aguas puras y cristalinas llevando alimañas y roedores asidos en la mano. No sirven los baños de pureza sino son precedidos por conducta limpia.

Israel desunida es una fórmula para su sufrimiento. Insensibles al dolor ajeno, nos preparamos para que el otro sea indiferente al nuestro.

Rosh Hashaná, se acerca con el sonido del shofar para decirnos que el Día del Juicio no es solamente al inicio del año nuevo, sino, en cada instante en que actuamos o hablamos, pero, ese día largo de 48 horas, nos permite tratar de ver sus consecuencias y nos brinda una rara oportunidad de cambiar el rumbo para modificar los resultados.

Inversiones Israel

Por eso, pedimos con nuestras últimas fuerzas: Zojrenu, recuérdanos para la vida, Rey que deseas la vida, e inscríbenos en el Libro de la Vida.

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